También conocido como Raith Ferguson filósofo e historiador de la ilustración escocesa, considerado como uno de los padres de la sociología moderna.
Nacido en Logierait, Escocia, recibió su educación en Perth. En 1745, debido a su conocimiento del gaélico, obtuvo su nombramiento como diputado capellán del 43 regimiento, la licencia para predicar que se le concedió por dispensa especial, aunque no había completado los seis años de estudio de Teología.
El concepto que crea es el de un “sistema ético”, trata al hombre como un ser social, es un ferviente creyente en la progresión de la “raza humana”, puesto que el principio moral de la aprobación en la consecución de la perfección.
“Durante el período Ilustrado hubo un discurso difundido que aclamaba la supremacía de la esfera económica sobre lo político y lo ético. Ferguson, no lo compartía, juzgándolo como monolítico y reductor. Pensaba que la llegada de la sociedad comercial –del mercado-, decisiva para el progreso económico, fue también factor de desequilibrios que amenazaban el porvenir de la sociedad. Lo político era un elemento fundamental de la reproducción social. Se confrontaban dos modelos: uno basado en el principio que parecía guiar, universalmente, las relaciones entre los hombres: el intercambio económico; y una representación de la sociedad civil basada en la virtud del ciudadano. Ferguson defendió el segundo: un hombre virtuoso no es el que serenamente contempla lo que pasa a su alrededor, sino aquel que ejerciendo su virtud activa mira a lo político. En esta perspectiva, lo virtuoso y lo político se encuentra estrechamente enlazados.
La superación de esta situación presupone, al menos, tres condiciones: revitalizar la disposición activa de los hombres, recobrar el amor a la patria y contener al lujo. El primero de estos requisitos, como ya mencionamos, parte de la consideración de que el hombre es por naturaleza un ser activo y que, por lo tanto, el ser virtuoso no consiste en contemplar pasivamente su entorno. La segunda propuesta, recobrar el amor a la patria, se enmarca dentro de aquella tradición que considera al patriotismo como una virtud política. Ferguson, al igual que Montesquieu, se encuentra entre las principales figuras que otorgan un lugar central al ideal del antiguo patriotismo en el lenguaje político del siglo XVIII. Este amor a la patria, por una parte, engloba a la propiedad, a la seguridad, a las leyes y a la fe de los hombres; y por la otra, adquiere una connotación política cuya esencia es la identificación de la patria con la libertad, con el amor a una ciudad libre. El amor a la patria, dice Ferguson, se presenta en los hombres mediante una doble vía: participando en los asuntos de interés público y vigilando constantemente las acciones del gobierno para evitar que sus acciones se dirijan hacia el propio interés, como estando dispuestos a defender por sí mismos, gracias a su condición de ciudadanos guerreros, a la ciudad.
Respecto del lujo, la tercera condición, hay que subrayar que la preocupación de Ferguson no era detener la riqueza comercial, sino más bien regular la actitud de los ciudadanos hacia su adquisición. El literato consideraba que la amenaza a la sociedad venía, no tanto de la riqueza en sí, como de una conducta psicológica por la cual los hombres no pueden pensar en otra cosa más que en obtener riqueza. Ferguson reconoce los beneficios de la vida en una sociedad pulida; su preocupación consistía en prevenir a los hombres de los peligros que en esta podían sufrir.
El lujo, nos dice el escocés, corrompe en dos sentidos. En primer lugar, desvía a los hombres de la búsqueda del bien público y, en segundo, los vuelve afeminados. El primer efecto surge por el vicio de los individuos de dirigir su mirada únicamente hacia la adquisición de la riqueza privada con el fin de disfrutar de lo superfluo. Libres de cualquier freno, los ciudadanos de las sociedades comerciales no se interesan por atender los deberes públicos porque su energía se concentra en buscar un beneficio privado. Si la búsqueda del lujo se vuelve un comportamiento social establecido sin que nadie pueda neutralizarlo, entonces el fallecimiento de la nación es tan sólo una cuestión de tiempo.
El segundo efecto que el lujo tiene sobre el cuerpo del ciudadano es el de afeminarlo. Esto tiene igualmente consecuencias graves. El lujo corrompe a los hombres porque aminora tanto su deseo como su capacidad de defender la nación. Ninguna fuerza militar efectiva puede componerse de hombres acostumbrados a un nivel excesivo de comodidad y de bienestar material. Un enemigo no tendría ninguna dificultad en vencer un estado defendido por un ejército tan débil. Frente a una serie de amenazas externas la supervivencia de la nación quedaría abandonada a su suerte. Así, para que los ciudadanos no se distraigan de sus tareas ciudadanas, es necesario apartar al lujo de su vida. Asistimos nuevamente al combate entre el economista, que entendía los argumentos a favor del progreso, y el moralista, que temía las consecuencias de la opulencia; una tensión que en el pensamiento del autor del Essay siempre está presente, sobretodo cuando busca “adaptar la noción de virtud a las exigencias de una sociedad comercial”.
Ferguson compartía la preocupación que Rousseau manifestara en Discours sur les sciences et les arts: “Los políticos de la antigüedad hablaban sin cesar acerca de costumbres y de virtud; los nuestros hablan sólo de comercio y de dinero”. El escocés no fue reacio a admitir los beneficios de la sociedad comercial, pero se negaba admitir que con el nuevo orden económico, la virtud cívica quedara relegada; al contrario, para él esta virtud es garantía de que lo político no iba a ser relegado a un segundo plano. Sin duda, la trascendencia de Ferguson estriba en su ilustre capacidad como observador que le lleva a plasmar con agudeza una serie de juicios sobre los efectos de la modernidad y de la ética del mercado sobre la vida social”. *
Obras:
- Un ensayo sobre la Historia de la Sociedad Civil (1767)
- La historia del progreso y la terminación de la relación de la República Romana (1783)
- Principios de Moral y Ciencias Políticas, siendo principalmente una retrospectiva de conferencias dictadas en el Colegio de Edimburgo (1792)
- Institutos de Filosofía Moral (1769)
- Reflexiones anteriores a la creación de una Milicia (1756)
Fuentes:
- cepa.newschool.edu/het/profiles/ferguson.htm
- María Isabel Wences Simon, www.revistapolis.cl/14/wen.doc, “Adam Ferguson y la difícil articulación entre el comercio y la virtud” *
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